jueves, 5 de julio de 2007

SILENCIOSOS ESPACIOS CIRCULARES*

Ilustración: Adrián Maza

Por: Alejandro Aldana Sellschopp**


El espacio es poesía, reinventa el silencio: lo distribuye. El espacio y el tiempo es la serpiente que come la cola de la conciencia humana, son el Uno, inseparable, omnipresente, escurridizo pasillo hacia la eternidad.
¿Cuántas calles caven en una piedra?, ¿cuántos ríos navegan tras las ventanas?, ¿cuánto Mozart en ese mar que jamás se reconcilia con el cielo?, ¿cuántos muertos en esta oscuridad de masacre y tedio?
Chirico, Picasso, el Bosco atraparon la melancolía del espacio, se robaron la tristeza de los pasillos y las plazas para dejarnos retozando frente al sol, solos, irremediablemente solos. El hombre llega para perderse en sus propios espacios interiores. Para eso, para escapar de los silenciosos espacios circulares, inventamos la arquitectura, tratamos, peleamos, nos empeñamos en domesticar al espacio, paisaje artificial de nuestra alma.
Así, en uno de los rincones de la ciudad, se erige sobre las raíces del tiempo el Teatro Emilio Rabasa. Toda poesía de alguna forma es evocativa. La arquitectura, que es otra manifestación de la poesía, busca y se convierte en un terreno baldío de la soledad, falta únicamente volver la mirada hacia el ritmo lento y pesado del concreto armado del Teatro, paquidermo siniestro como condena a muerte. Está ahí, atado a la historia, queriendo siempre romper las cadenas y perderse en el jardín botánico.
El teatro es triste como un niño abandonado a su suerte en medio de la muchedumbre, es un espejo avergonzado de sí mismo. Abraham Zabludowsky vino hasta Chiapas desde un tiempo de roca, remontó el tiempo de antiguas construcciones y escalinatas para el ritual, entre 1977 y 1982 detuvo su reloj de agua para quedarse aquí, como un errante mago de oriente comenzó su empresa en una calurosa noche de luna llena, el monstruo, el teatro elefante era construido de día; pero su alma reventaba cada noche de las olorosas hojas de los flamboyanes, del lento reptar del río sabinal, en los húmedos vientos del Cañón del Sumidero, en el sueño y el aguacero del cielo de Tuxtla precipitándose sobre su lomo.
Fue inaugurado el 20 de noviembre de 1982 para celebrar la revolución mexicana, un monstruo más torpe, jurásico, infectado de sí mismo, mastodonte amputado que se arrastra por la selva chiapaneca. El teatro surgió del destierro, su nombre: Emilio Rabasa, le es tan ajeno como su propia naturaleza de recinto cultural.
El teatro Emilio Rabasa es un espacio nocturno, quizá por ello, por un extraño sortilegio, la primea obra que se representó fue Los Cuervos Están de Luto de Hugo Arguelles, es un espacio de sombras, oscuridad incubándose hacia la nada, un silencioso espacio circular.
*Este texto fue hecho únicamente para el quinto número de Arteria, pero quedó estancado en imprenta. Aquí se los presentamos después de este año de ausencia.
**Aldana Sellschopp es promotor cultural. Radica en Yajalón, Chiapas. Tiene chivita y bigotes largos. Además ha ganado un chingo de premios y becas. Másters han elogiado su trabajo, y así como a cualquiera, también lo han criticado.

2 comentarios:

Lukacs dijo...

El texto es muy bueno. Este autor es buenísimo, no te defrauda.Suerte con el blog.

osito dijo...

Muuy bueno, su Nudo de Serpientes es de lo mejor que se ha escrito en s últimos20 años en Chiapas.Esta buena la pag.