Quién sabe si esta piel que me protege, cortará con sus vellos cualquier simulación de corta inspiración. Quién sabe si la corta palabreja que yo escribiera antes o después, va a salirse con la suya y andará de vaga por las latitudes del poema. Quién sabe si el tiempo corto encanecerá de viejo y no podré jamás cortar un tulipán para jactarme de este verso.
A dónde, pues este mi pueblo que agoniza. A dónde mis pies lacerados por el ruido que me ahorca. A dónde las voces de todos los putillos bordadores de míseras palabras. A quién voy atender mañana por la voz y soltarle dos que tres puñetazos para esa su malalengua y malamaña.
Quién sabe si esta piel con la que escribo me proteja. Me reserve y me preserve para nuevas concordancias. Así es la voz del niño que nació bajo la voz del precoz cuerpo de su madre. Así es la lengua que no escupe ni vomita verborrea. Allá, pues, los que ladran. Los que piden el pan jalándose la pija por no saber dónde cavar un hoyo y meter un pie que no camina. Porque no tienen pechos dónde eyacular, ni vaginas donde entre su raquítico zancudo a morder la manzana de la vida.
A dónde irán sus vértebras tan curvas. Qué terca su andanza de cortar la hazaña de gritar y no escuchar la brecha menos belicosa. Ellos, los que ladran con ganas de ser lunas, de bajar al sol con una soga al cuello, andan muriéndose en las calles, llevan el brazo bajo el libro y este los circunda, como cuando niños, el filoso bisturí los dejó incautos y verduzcos. Una clase más en extinción.
martes, 29 de enero de 2008
LA PIEL QUE ME PROTEGE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario